No vengo a lamentarme de amores perdidos, no vengo a quejarme de desengaños ni de cosas que se le parezca, tampoco es como el tango que llora porque se voló la percanta, es un llamado al destino para que ponga en mi camino la mujer correcta.
Ya dirán que soy un pesimista, un descontento y desconsiderado con mi suerte, pero es que a mí siempre me toca la mujer equivocada. Como dice Vicentico los caminos de la vida no son lo que uno esperaba y es por ello que apelo a la solidaridad de mis lectores para que ayuden a encontrar una mujer: que sea linda, buena, pero por sobre todo tontita,… si mi amigo,….
si mi amiga, tontita o tonta, cuanto más tonta mejor.
Los críticos de siempre vendrán a recriminarme por mi actitud, pero igual me mantendré estoico ante ellos, no daré un paso y con voz al cuello le gritaré en la cara que una mujer cuando más tonta, mejor es para el hombre. No vacilaré ante las feministas, y como la vieja canción de lucha les expresaré: “No… no… no nos moverán, y el que no crea que haga la prueba”, porque desde esta humilde tribuna comenzará la gloriosa gesta que nos sacará del infortunio a miles y miles de hombres que sufren, soportan, resisten y luchan por encontrar a su dulce tontita.
De este sencillo estrado
contaré las vicisitudes de mi vida, que es igual o muy parecida a la de miles de sufrientes hombres en busca de una tonta mujer. Me expondrán que una mujer inteligente es mejor, pero en este libelo dejaré bien sentado porque prefiero una mujer tonta a una mujer inteligente y sé que con ello ganaré multitudinarios adeptos para la tan noble causa que llevamos adelante.
Una mujer inteligente no ayuda porque nos muestra en carne viva nuestras incapacidades y a quien le gusta encontrarse de buenas a primeras con tan cruda realidad, que alguien me diga ¿A quién?
Ella no admirará nuestras felices ocurrencias, no prestará atención a nuestras hazañas de hombre, no se embelesará cuando manejemos el video, la televisión, el play station. No se asombrará de que no nos perdemos en
la Feria de Tristán Narvaja, y que siempre encontramos los asientos en el cine, ni que recordamos los nombres de las calles del barrio ni que sabemos manejar el mapa de la ciudad.
Mi vida está signada por el dolor de haber salido con mujeres inteligentes, si por culpa de ellas me encuentro en esta encrucijada. Porque ellas no admiran las cosas que deberían admirar, en cambio, van en busca de cosas superfluas, de sin sentidos que complica la convivencia de una pareja.
A los ejemplos me remito: El primer caso que comentaré es de una chica (que omitiremos el nombre porque el caballero tiene mala memoria) que era estudiante de Bellas Artes y que salimos por algún tiempo. Le gustaba la poesía francesa, le gustaba Paul Valéry, toda una odisea. Los únicos franceses que conocía era la selección campeona del mundial 98, claro que Paul Valéry no jugaba en ella. Menos mal que con sagacidad no le respondí que Valéry era el volante de marca del París Saint Germain, así que terminé teniendo velada leyendo poesía, con punto, coma y signos de admiración y demás artilugios en largas funciones poéticas. Con que necesidad uno se mete en tales trabajos, no creo que Hércules los hubiera soportado, yo que nunca había recitado poesía, perdón al menos una vez en tercer año del secundario que la mala suerte me eligió para que recitará una poesía ante la clase, la cual se pareció más a una narración de los últimos cuatrocientos metros, de un relator de turf, en una carrera en Maroñas con un final cabeza que a una poesía. Todavía recuerdo los ojos desencajados de la profesora de Literatura gritándome a viva voz: “No desarme el arte, por favor” y yo con cara de deber cumplido pensaba para mis adentros, menos mal que no me olvide de ninguna estrofa.
Luego, los hados malignos me hicieron encontrarme con una estudiante avanzada de Psicología. Vade retro Satanás, y ojala que nunca me la vuelva a encontrar en mi camino. Por ella supe que Edipo se casó con la madre y que parece que todos nos queremos casar con la madre, con la madre de Edipo no, sino con la madre de cada uno.
Mirá vos, cosa de mandinga, también por ella me enteré que tenía como 150 mil complejos, cosa que no sabía y que para colmo de males debía hacer terapia. Y todo ¿por qué?, por querer besarla, bueno y alguna otra cosa (tampoco soy un santo, pero era con delicadeza, hasta le recité a Valéry que me había aprendido con la anterior) Lo cierto que resultó unas largas sesiones de intercambios de roles, de escenas figuradas, hasta hipnotismo me quería hacer y allí, justo allí decidí que esto no era para mí y huí, huí con algunas rimas que presto Valerí (bueno en realidad era Valéry pero no encontraba otra rima).
Pero mis desgracias no acaban así de simple, si cuando salgo de guate mala seguro que caigo guate peor y me encontré con una feminista. Que duros momentos fueron esos, aunque no todos fueron malos. Harta luchas para poder ir a algún lado, ya que me recriminaba que era por mi machismo consumado de una sociedad patriarcal y conservadora mis elecciones. Si mirábamos televisión me explicaba como la mujer es tomada como un objeto (debo decir que a veces aparece cada mujer ligeras de ropas, que pienso que la podría hacer objeto, objeto de mis ….., bueno me desvié del tema)
Largas explicaciones de cómo el hombre (una porquería éramos, según ella, no se ofendan muchachos) domina todos los aspectos de la sociedad y subyuga a la mujer, pero que eso iba a cambiar (espero que los hombres no seamos los subyugados)
Por eso tuve que ir a cuanta manifestación a favor del feminismo, del aborto, de la libertad de género (porque aprendí que no es diferencia de sexo, sino es diferencia de género) y otras más,
como a una serie de conferencias sobre los mismos tópicos, donde no entendí nada, pero puse cara de comprensión acerca de las problemáticas femeninas. Allí conocí una extraña fauna que pulula por esos lugares, todo un descubrimiento. Cansado de tanta cháchara feminista decidí alejarme pero el destino me tenía una jugada traicionera y por extraños designios caí en manos de una militante marxista.
Por ella aprendí que el hombre es el lobo del hombre y que todos somos explotados y que para colmo de males nos sacan la plusvalía (debo reconocer que nunca entendí la plusvalía, y que a mi no me la sacaron, porque nunca tuve a esa tal plusvalía) Lo bueno era que salíamos a peña, cantarolas y esas cosas. Lo malo que caminábamos en todas las marchas que hubiera, por la liberación de Tanganica hasta en solidaridad por las hormigas africanas de Australia, ni que decir que los primeros de mayo nos comíamos el acto de principio a fin. Si hasta me enseño la canción de
la Internacional (Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan,…. ya no me acuerdo más)
Me leyeron el Capital íntegro, aunque usted no lo crea me comí 4000 mil páginas de Marx, de Engels, y de toda la parentela. Me hicieron recordar el triunfo de
la Revolución soviética, de la cubana, de
la China, de
la Camboya, de
la Vietnam y de todas las que ganaron (Que buen tipo me resulto Pol Pot y los Khmeres Rojos, esos sí que no se andaban con chiquitas)
Aún recuerdo su cuarto donde había fotos del Che, Fidel, Lenín, Mao y más barbudos que ni me acuerdo. Por suerte ahí me puede deshacer de Valéry, del cual me dijo que era un asqueroso pequeño burgués (que alivio, ya me lo podía sacar de encima, algo bueno me tocaba) y de mis traumas que no eran más que supercherías de las clases dominantes para engatusar a las masas, haciéndoles creer cosas que no son (otra cosa buena, ya volvía a ser normal, mis traumas eran mentiras, ataja ese penal psicóloga)
Si bien me alejé, algunas cosas me quedan, aún conservo la matera, la foto del Che y el libro de Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo (aunque lo sigo leyendo sigo sin entenderlo) no la extraño porque ahora me sobra tiempo, ya no ando de comité en comité ni de marcha en marcha y hasta me volví a afeitar sacándome la barba.
Pero volviendo al tema de este escrito, merece un hombre pasar esta clase de cosas, la respuesta es no, no, no y miles veces no. Porque no existe una mujer simple, porque los hombres somos simples. Nos gustan cosas simples, por ejemplo el fútbol una cosa maravillosa. Veintidós almas detrás de un balón, donde hay poesía (que dejaría a Valéry por el suelo) pasión, coraje. Dígame que hombre no se emocionó hasta las lágrimas al ganar una final, o salir campeón del mundo o ganar en la hora. Ya no soporto que me venga que el fútbol es de brutos y lo delicado de Valéry, ni que el fútbol es también un Edipo mal curado (los griegos son malos para el fútbol, quien tiene en su cuarto una camiseta de un cuadro griego) ni soportaré que me digan que el fútbol es un arma más de esta sociedad patriarcal y machista porque es mentira, y es mentira porque ahora las mujeres juegan al fútbol, si hasta tienen un mundial y todo. Ni voy a sufrir que se llenen la boca diciendo que el fútbol es el opio de los pueblos.
Por todo lo expresado vuelvo al principio, porque no puedo tener una mujer normal, que le guste cocinar, la casa, la familia y no todas esas cosas que me han tocado.